Duelo en la cultura regional por la muerte de Adelis Soto Valera
Una sorpresiva y dolorosa noticia conmovió el sentimiento de la colectividad del estado Portuguesa en el amanecer de este lunes 31 de octubre, ante el anuncio de la muerte de Adelis Soto Valera, cuya trayectoria humana penetró profundamente en el sentimiento regional, declarado patrimonio cultural en reconocimiento a lo que en el curso de toda su vida fue identificación plena de su asombrosa capacidad de creación en la poesía, en la composición de temas musicales y, sobre todo, por su ubicuidad espiritual en todas las comunidades, proyectando en sus poemas y canciones esa vitalidad que surge natural de las fuentes del pueblo.
Supo captar y transmitir con pulcritud los valores surgidos de la cantera popular, de donde siempre asimiló elementos que nutrieron sus trabajos. Fue, sin duda, emblema de Píritu, ciudad donde nació el 30 de enero de 1938, hijo de Francisco Soto Palacios y Lucrecia Valera, según datos aportados por el cronista de Esteller, Alirio Ramón Acosta.
La amplitud de su talento se manifestó desde niño en la copla y en los versos, siempre cargados de un humorismo de fina textura que también le sirvió para convertirlos en innumerables canciones, más de 300, muchas de ellas grabadas por consagrados cantantes nacionales, entre ellos Simón Díaz, con quien trabajó varios años en Caracas, Ángel Custodio Loyola, Luis Lozada “El Cubiro”, José “Catire” Carpio, Rogelio Ortiz, Cheo Hernández Prisco, entre otros.
Se mantuvo activo hasta los últimos días de su vida, rodeado siempre por el cariño y admiración de quienes conocieron y valoraron su entrega al arte, a la cultura y la activación de estas manifestaciones que constituyeron el cauce de su experiencia humana, tan rebosante de anécdotas, de alegría, de compartir con amigos, poetas y cultores artísticos, con una extraordinaria memoria para declamar sus numerosos poemas.
Fue admirable la capacidad de improvisación repentina, con una amena facilidad para responder a variadas situaciones y también, en muchas ocasiones, en que cumplimentó con sus versos algún motivo de amigos o familiares. En Píritu deja no solo la sonoridad de su nombre y apellidos, sino el testimonio de tantas creaciones que ahora, después de su muerte, deben ser compiladas y editadas para enriquecer la bibliografía regional y especialmente la identidad cultural de Portuguesa. “Yo soy un fiel piriteño / a la prueba me remito / como será que al nombrarlo / hasta el sombrero me quito”, escribió en alusión a su pueblo y a su inseparable sombrero llanero identificador.
El acto del sepelio será hoy martes, a las 4:00 de la tarde, en su pueblo natal, lo que convocará todo el caudal humano de la región en expresiones de condolencia a su viuda Miguelina Arias de Soto y a sus tres hijos, además del reconocimiento a tantos aportes a su tierra y al país. Una de sus últimas actuaciones públicas fue el pasado 15 de octubre en la Casa de la Poesía de Acarigua, en el homenaje al redactor de esta nota, muy aplaudida su intervención, como siempre fue por la agradable fluidez de su talento creador.
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